¿PORQUE NO ME LA REVIENTA EN LA CABEZA?
En los años de la
dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, entre 1950 a 1958, no obstante la
represión que contra los caicareños ejercía la Seguridad Nacional, los jóvenes desafiaban el velado toque de
queda y salían a darle serenatas a las
muchachas. Al día siguiente “Radio Bemba” informaba que fulano de tal lo agarró
la policía municipal y le dio una rumba de rolazos por andar despertando a la gente en horas de
la madrugada.
Entre los valientes
cantadores de serenatas se encontraba un solitario coterráneo que salía solito,
con su cuatro y su botellita de ron Santa Bárbara en el bolsillo a dar su
serenata. Así, pasaba casi toda la madrugada cantando de ventana en ventana,
sin importarle si detrás de esa ventana estuviera una mujer o un hombre. Su objetivo
era dar serenata, tocar el cuatro y tomarse su aguardiente sin ofender a nadie
y menos a las autoridades. En una oportunidad en que recorría al pueblo
cantando sus serenatas, se le acabó el aguardiente y se dispuso a visitar a
todas aquellas personas que podían venderle una botellita de ron. En todas
partes le decían que no, otros no respondían su llamado, hasta que llegó a la bodega de
Ramón Guzmán, frente a la plaza Miranda. Tocó la ventana varias veces hasta que
escuchó una voz que preguntó: ¿ Quién es? . Soy yo, Sr Ramón….Rodrigo Caña y
deseo que me venda una botellita de ron para mitigar este frío que me tiene
engatillado los músculos y los huesos”. Por la misma ventana, Ramón Guzmán recibió el dinero y le entregó la botella de
ron. Rodrigo caminó hacia la plaza y allí se consiguió con Luís Bastado, quien
vivía con su familia en la casa de los Domínguez, en la misma plaza, frente al árbol de aceite,
quien se disponía esa hora a matar un cochino en casa de Ramón Guzmán, y le
dijo: “Hola, amigo Luís, como está, se quiere tomar un palito de aguardiente? –
y le ofreció el litro de ron. Luís Bastardo, agarró el litro y comenzó a beber y cuando
terminó dejó en la botella una pequeña cantidad que se podía medir con el
grosor de un dedo. Rodrigo disgustado, tomó el frasco, lo alzó a ras de la luz
del bombillo y observó la cantidad de licor que le habían dejado y exclamo: ¿AMIGO
LUÍS, PORQUE NO ME REVIENTA LA BOTELLA EN LA CABEZA?”
La persona
desconsiderada con el amigo, con su familia y con sus semejantes que le
expresan amistad poco le importa los esfuerzos que éstos tienen que hacer para
lograr las cosas y satisfacer sus deseos
o necesidades. El desconsiderado solo piensa en satisfacer sus caprichos y su
ego. No es amigo de nadie y menos es un
leal compañero de camino.
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