martes, 20 de mayo de 2014

COSAS DE VIEJOS



                      ¡COSAS DE VIEJOS!
                                                                    

La abuela siempre decía en sus tertulias, que en el fondo eran consejos, que el adulto mayor, como hoy suelen llamar, no es más que un niño. Tío  Juan sostenía que el hombre pasa por cuatro fases en la vida: La del mono (fase de los primeros años de vida de la persona. Todo lo que hace es gracia y risa para los adultos), la fase del burro (el adulto asume la responsabilidad de crear familia y comienza a cargar cuanto sea bueno y necesario para la familia que tiene en casa); la fase del perro (comienza cuando las hijas pisan los doce años. El hombre asume el papel de vigilante, a cuidar que las menores no caigan en los brazos de los Rodolfo Valentinos del pueblo); y luego vuelve la fase del niño (cuando la persona llega a la vejez extrema, no controla sus actividades físicas  naturales, todo se le olvida y por lo tanto lo que hace es motivo de gracia y risa para los demás).
En unas vacaciones nuestra familia salió para el oriente del país, más que a pasear fueron a contactar la compra de un  inmueble en un pequeño y pintoresco  pueblo enclavado en la cordillera montañosa del Turimiquire, pensando, que una vez pensionado el jefe de la familia, mudarse a pasar los últimos años de vida en ese hermoso pueblo donde el sol se oculta entre la neblina, el calor humano de su gente es tierra fértil para la siembra de la amistad eterna y donde el trabajo constituye la base del hogar, de la región y de la patria. Invitaron a su compadre, a su mejor amigo, compatriota y amigo ya cargado de años, barba espesa y canosa, de caminar lento e inseguro, pero con expresiones esporádicas  de aquella juventud que otrora fuera plena de alegría que incitaba a la naturaleza y a los pájaros a cantar y revolotear ante su presencia. En el pueblo de San Agustín, destino del viaje familiar, se hospedaron en un hermoso chalet y desde allí, en su automóvil recorrieron el pueblo, Caripe, Sabana de Piedra, Guanaguana, Quebrada Seca, San Félix de Caicara, Los Cardones, Caicara de Maturín, Punta de Mata y Tejero. Una mañana muy temprano que habían planificado ir para Punta de Mata se consiguieron con una gran sorpresa, el vehículo del compadre, donde habían ido todos, no le funcionaba la caja de velocidad. Los cambios no se lograban hacer porque la palanca, no obstante el esfuerzo que hiciese el conductor, no se movía ni siquiera un centímetro. Revisaron el aceite y estaba en lo mínimo. Había que buscar aceite hidráulico y salió una dama conocedora del pueblo, quien en el camino pensaba que si la caja realmente estaba en malas condiciones se trasladaría a Caicara de Maturín donde conoce a un  mecánico muy eficiente en la reparación de las mismas. Mientras tanto, los otros se quedaron asistiendo el carro averiado. Le medían el aceite, lo movían fuertemente para ver si la caja se despegaba. Ya cansado, uno de ellos a baja voz dice: “Padrino ese carro no tendrá puesto algún seguro”  y responde el viejito barba canosa y de andar lento: ¡ Toño mi hijo, si es verdad, anoche yo le puse el seguro!. Y seguidamente le sacó un pasador de casi treinta centímetros de largo que inmovilizaba la palanca de los cambios de la caja de velocidad.  Al día siguiente ocurrió el mismo problema y el viejito repetía el mismo refrán: “ ¡Toño comadre, si es verdad, anoche le puse el seguro!”. ¡ COSAS DE VIEJOS!

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