martes, 20 de mayo de 2014

LA CASA DONDE SALÍA EL ESPANTO



                             LA CASA DONDE SALÍA EL ESPANTO.
                                  
En la calle “Padre Serrano” de Caicara de Maturín, haciendo esquina con la calle “La Concordia”, estaba la vivienda donde vivía Ernesto Betancourt y Juana Leonett con su numerosa prole, la que años después vendieron a la señora María Ibarra, esposa del famoso Juancho Ibarra de Los Pozos de Areo. Casa que finalmente pasó a ser propiedad de Eligio González, conocido  en Caicara como “Bigote”.
La señora María Ibarra tenía una hija, de unos 17 años aproximadamente llamada Luisa María Ibarra y tanto ésta como su madre y sus hermanos hicieron una buena amistad con la familia de Alejandro Leonet y Paula Canales, que vivian  al frente.
Manuel, hijo de Alejandro y Paula, con sus diez años de edad, hizo amistad con Luisa María y comenzó a meterle miedo. Le decía que en esa casa salía un muerto muy travieso que se subía al techo  y se deslizaba produciendo un ruido similar a un saco de huesos. Y que otras, veces se presentaba lanzando una lluvia de piedra y palos en el techo de la casa.
Para hacer realidad esta fantasía de terror Manuel, después que apagaban la luz eléctrica a las once de la noche, comenzaba a lanzar potes, piedras y palos al techo de la casa de las Ibarra, otra noche lanzaba unos pantalones viejos de su papá los cuales previamente llenaba con potes  vacíos de sardinas, leche klim y palos. Total, aquella familia no dormía aterrorizada con el fulano espanto y en cada contacto con los vecinos el tema de conversación era sobre ese “fenómeno sobrenatural”.
Una tarde, cuando la claridad del día declina para darle paso a la oscuridad de la noche, Manuel agarró una “mascota” de jugar beisbol, hecha de lona por él mismo, se escondió en la cocina de la casa de las Ibarra con la intención de asustar a Luisa María. Cuando la persona entró  Manuel le pasó la mascota por la cara y sintió cuando ésta se desmayó y cayó al piso. Minutos después Luisa llorando pedía auxilio para su mamá que la había  encontrado inconsciente  Todos corrieron a la cocina. Luisa le preguntó: ¿Mamá, que pasó que te desmayaste? Y ella le contestó: “Cuando  pasé la puerta de la cocina una mano inmensa, áspera y fría me cubrió toda la cara, de allí no supe más nada. Eso me lo hizo el espanto”
Mayor susto para Manuel al pensar que por su travesura pudo morir aquella señora. Hasta ese día existió el muerto travieso.

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