martes, 20 de mayo de 2014

LA AFICIONADA AL BEISBOL



                                  LA  AFICIONADA AL BEISBOL
                                                     
La familia Caraballo integrada por los dos progenitores, dos hijos varones y dos hembras, son aficionados al beisbol. Desde el mes de octubre de cada año, cuando comienza la temporada, hasta febrero del año siguiente cuando termina, el hogar de los Caraballos se transforma en una auténtica gallera. Unos son magallaneros, otros caraquistas  y muy pocos tiburones, pero lo cierto es que allí se respira un ambiente de alegría, de felicidad y de confraternidad. Cada aficionado aúpa a su equipo sin ofender a los contrarios. Es una familia, además moderna. Los viejos aconsejan a sus descendientes que lo importante en la vida es el amor, la responsabilidad, el trabajo y el buen comportamiento social, sin apegarse al que dirán de los que profesan las ideas conservadoras. El día que alguna de las muchachas se enamore de verdad y desee tener relaciones con el ser por el cual daría hasta vida, que lo haga sin complejo, eso sí, debe cuidarse de una barriga porque eso significa una responsabilidad superior a cualquier otra-aconsejaban los viejos.
Ada, la hermana menor, de esas aficionadas al Caracas que no solo asisten al estadio cada vez que juega su equipo, que visten su camiseta, gorras y bailan la música que distingue al equipo, grita, corre, salta, abraza a los demás cuando alguien del equipo dispara un jonrón o mete una carrera. Es una joven liberal como sus padres. Los viejos sabían que ella y su novio habían extralimitado lo normal de un noviazgo. Las llegadas tardes de la noche, las salidas a la playa por dos o tres días, la conducta entre ellos que se trataban como marido y mujer eran signos inequívocos de una relación sexual típica. Por eso diariamente le aconsejaban: ¡ Cuídese mija, cuidado con una barriga! . La joven les respondía: ¡ No se preocupen mis viejos, confíen en el pícher que es de excelente calidad y domina todas las situaciones ¡.
Un día los viejos se percatan que la figura de la niña se estaba transformando: Las caderas, anchas; la barriguita algo crecida como cuando una iguana se traga un mamón; náuseas y vómitos, signos estos que les llevaron a la conclusión que la hija estaba preñada. El viejo tomó la iniciativa y le dijo: ¡ Mija, qué pasó?  ¡Te aconsejamos que te cuidarás y vés como te pusieron!. Enseguida la joven le responde: ¡ Un pequeño descuido, padre, el picheo  lo venía realizando a la perfección, quise poncharlo con un cambio de velocidad y me la botó de jonrón!.  Nadie es perfecto, a cualquiera le pasa!. Hasta el mejor pícher de las Grandes Ligas, como Félix Hernández por ejemplo, se han botado!

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