LA AFICIONADA AL BEISBOL
La familia Caraballo integrada por los dos progenitores, dos hijos
varones y dos hembras, son aficionados al beisbol. Desde el mes de octubre de
cada año, cuando comienza la temporada, hasta febrero del año siguiente cuando
termina, el hogar de los Caraballos se transforma en una auténtica gallera.
Unos son magallaneros, otros caraquistas
y muy pocos tiburones, pero lo cierto es que allí se respira un ambiente
de alegría, de felicidad y de confraternidad. Cada aficionado aúpa a su equipo
sin ofender a los contrarios. Es una familia, además moderna. Los viejos
aconsejan a sus descendientes que lo importante en la vida es el amor, la
responsabilidad, el trabajo y el buen comportamiento social, sin apegarse al
que dirán de los que profesan las ideas conservadoras. El día que alguna de las
muchachas se enamore de verdad y desee tener relaciones con el ser por el cual
daría hasta vida, que lo haga sin complejo, eso sí, debe cuidarse de una
barriga porque eso significa una responsabilidad superior a cualquier otra-aconsejaban
los viejos.
Ada, la hermana menor, de esas aficionadas al Caracas que no solo
asisten al estadio cada vez que juega su equipo, que visten su camiseta, gorras
y bailan la música que distingue al equipo, grita, corre, salta, abraza a los
demás cuando alguien del equipo dispara un jonrón o mete una carrera. Es una
joven liberal como sus padres. Los viejos sabían que ella y su novio habían
extralimitado lo normal de un noviazgo. Las llegadas tardes de la noche, las
salidas a la playa por dos o tres días, la conducta entre ellos que se trataban
como marido y mujer eran signos inequívocos de una relación sexual típica. Por
eso diariamente le aconsejaban: ¡ Cuídese mija, cuidado con una barriga! . La
joven les respondía: ¡ No se preocupen mis viejos, confíen en el pícher que es
de excelente calidad y domina todas las situaciones ¡.
Un día los viejos se percatan que la figura de la niña se estaba
transformando: Las caderas, anchas; la barriguita algo crecida como cuando una
iguana se traga un mamón; náuseas y vómitos, signos estos que les llevaron a la
conclusión que la hija estaba preñada. El viejo tomó la iniciativa y le dijo: ¡
Mija, qué pasó? ¡Te aconsejamos que te
cuidarás y vés como te pusieron!. Enseguida la joven le responde: ¡ Un pequeño
descuido, padre, el picheo lo venía
realizando a la perfección, quise poncharlo con un cambio de velocidad y me la
botó de jonrón!. Nadie es perfecto, a
cualquiera le pasa!. Hasta el mejor pícher de las Grandes Ligas, como Félix
Hernández por ejemplo, se han botado!
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