EL ANALFABETA
El analfabetismo lo entendemos como la incapacidad que tiene la
persona para leer y escribir, y que generalmente se debe a la falta de
aprendizaje. Es analfabeta, entonces, quien no lee ni escribe.
Este es un problema
cultural de los pueblos de América y los gobiernos, fundamentalmente los progresistas, se han empeñado en hacer grandes
esfuerzos para enseñar a leer y escribir s su gente como primer paso para sacarlos
de la exclusión donde las clases dominantes los han tenido. Venezuela, mediante
el método “Yo si puedo” logró alfabetizar a casi la totalidad de los
venezolanos y venezolanas que se encontraban en esa situación, alcanzando el
reconocimiento de la Unesco como país libre de analfabetismo. Asimismo lo hizo
Bolivia, Ecuador, Perú, Honduras y Nicaragua.
El analfabetismo se
puede clasificar como “Analfabetismo absoluto” cuando la persona no sabe leer
ni escribir, y “Analfabetismo funcional” cuando la persona sabiendo leer no es
capaz de comprender lo que lee. También pudiéramos contemplar en
esta última categoría aquellas personas que portando aparatos electrónicos como
celulares, DVD, aparatos de sonido u otros no tienen la capacidad para
utilizarlos plenamente. Personas hay que tienen tremendo celular de última
generación y por cuanto no tienen el conocimiento del funcionamiento del mismo
y la destreza en su manejo, solo lo usan para llamar y recibir llamadas. Esas
son Analfabetos funcionales.
Manuel, el famoso
Manuel de los cuentos anteriores, es uno de ellos. En una oportunidad en que su
esposa y compañera salió para el oriente, quiso acomodar la alarma del celular
para que lo despertara a las cuatro de la mañana para ir al trabajo. Hizo cuanto
pudo y no logró acomodarla. Cinco veces en la noche se levantó de la cama para
ver la hora en el celular, durmió poco, pasó la noche en vela. Ya en el nuevo
día, consultó la hora y eran las cuatro de la madrugada, tomó el paño, se hizo
el aseo bucal, se afeitó, se bañó, se vistió y salió hacia la parada del bus.
En el trayecto hacia la parada no encontró a nadie. Todo estaba solitario y en
silencio. En la parada no había ningún usuario. Al fin, como a la hora llegó una señora y luego otra y Manuel le
preguntó la hora. “Faltan diez minutos para las cuatro de madrugada” le
respondieron. ¡Vergación, me paré a las tres de la mañana por haber manipulado
la hora del celular”-grito Manuel.
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