martes, 20 de mayo de 2014

EL ANALFABETA



                                                         EL ANALFABETA
   
El analfabetismo lo entendemos como la incapacidad que tiene la persona para leer y escribir, y que generalmente se debe a la falta de aprendizaje. Es analfabeta, entonces, quien no lee ni escribe.
Este es un problema cultural de los pueblos de América y los gobiernos, fundamentalmente los  progresistas, se han empeñado en hacer grandes esfuerzos para enseñar a leer y escribir s su gente como primer paso para sacarlos de la exclusión donde las clases dominantes los han tenido. Venezuela, mediante el método “Yo si puedo” logró alfabetizar a casi la totalidad de los venezolanos y venezolanas que se encontraban en esa situación, alcanzando el reconocimiento de la Unesco como país libre de analfabetismo. Asimismo lo hizo Bolivia, Ecuador, Perú, Honduras y Nicaragua.
El analfabetismo se puede clasificar como “Analfabetismo absoluto” cuando la persona no sabe leer ni escribir, y “Analfabetismo funcional” cuando la persona sabiendo leer no es capaz  de comprender lo  que lee. También pudiéramos contemplar en esta última categoría aquellas personas que portando aparatos electrónicos como celulares, DVD, aparatos de sonido u otros no tienen la capacidad para utilizarlos plenamente. Personas hay que tienen tremendo celular de última generación y por cuanto no tienen el conocimiento del funcionamiento del mismo y la destreza en su manejo, solo lo usan para llamar y recibir llamadas. Esas son Analfabetos funcionales.
Manuel, el famoso Manuel de los cuentos anteriores, es uno de ellos. En una oportunidad en que su esposa y compañera salió para el oriente, quiso acomodar la alarma del celular para que lo despertara a las cuatro de la mañana para ir al trabajo. Hizo cuanto pudo y no logró acomodarla. Cinco veces en la noche se levantó de la cama para ver la hora en el celular, durmió poco, pasó la noche en vela. Ya en el nuevo día, consultó la hora y eran las cuatro de la madrugada, tomó el paño, se hizo el aseo bucal, se afeitó, se bañó, se vistió y salió hacia la parada del bus. En el trayecto hacia la parada no encontró a nadie. Todo estaba solitario y en silencio. En la parada no había ningún usuario. Al fin, como a la hora  llegó una señora y luego otra y Manuel le preguntó la hora. “Faltan diez minutos para las cuatro de madrugada” le respondieron. ¡Vergación, me paré a las tres de la mañana por haber manipulado la hora del celular”-grito Manuel.  

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