martes, 20 de mayo de 2014

LOS CELOS, SENTIMIENTO MALO O BUENO



                                   LOS CELOS, SENTIMIENTO MALO O BUENO
                                               
El celo constituye  un sentimiento emocional natural en los seres humanos. En esencia, podemos concebirlo, como la manifestación más oscura, dañina  e incómoda que pueda existir en las relaciones humanas.  En la mitología griega o en la Biblia aparece como un mal de los hombres, sin embargo pareciere que esta emoción puede  encontrarse en el comportamiento “social” de los animales en relación con sus amos, celándolo de otro animal intruso que pretenda invadir su esfera de influencia. En este orden de ideas me permito comentarles que mi hija Nancy tiene allá en Punta de Mata dos perras, una blanca llamada Graciosa y la otra Micaela. Cuando voy a visitar a mi primogénita, la Blanca está todo el tiempo a mi lado dándome cariño y buscando que le preste más atención, pero cuando Micaela se acerca a mí buscando también mis afectos la perra blanca se transforma en una fiera y se traban en una pelea a muerte que amerita la intervención de los adultos de la casa para que dejen de pelear. Así sucede con las personas.  Los humanos temen perder sus pertenencias, sus amigos, su pareja, el trabajo y la pérdida de ese vínculo o la sola idea de que se encuentren amenazados provoca el sentimiento de celo y motiva  al ser que lo sufre a defender lo que él o ella cree que es suyo. 
Muchos estudiosos de esta emoción la ven como un comportamiento de inseguridad en la relación humana porque una relación, argumentan, se construye bajo la confianza mutua, en la crítica constante y en la conciencia de lo que se quiere alcanzar. La inseguridad existe donde predomina las promesas no cumplidas, la carencia de amor y la irresponsabilidad. Pero como el interés de este cuento es establecer si este sentimiento es bueno o malo seguidamente narro el siguiente pasaje para que Ud. Amigo lector, arribe a sus propias conclusiones:
Cruz Leonett García, hermano de Francisca Leonett madre de Alejandro Leonett, fue un hombre alto, de piel canela, fuerte, de bigote muy negro, sombrero de “pelo e guama” cualidades éstas que aunadas a la gran simpatía de aquel ser humano  que dominaba el escenario donde en franca tertulia compartía con cualquiera de sus coterráneos, llegó a ser el objetivo de las mujeres, quizás con intención o sin ella y sin que él se diera cuenta, lo miraban con nostalgia y  comentaban  las bellas características con las cuales fue dotado por la sabia naturaleza. Pero Cruz estaba casado con una tigra mariposa llamada Antonia Leonett, hija de Papá Félix Leonett y Lucía Rivero quien no le bastó procrear con él  unos ocho hijos sino que lo celaba hasta de su propia sombra.

Cuentan que aquel buen y ejemplar padre de familia salía a trabajar a las seis de la mañana y Antonia, pegada a las paredes de las casas lo seguía en silencio varias cuadras de la calle para ver si alguna mujer lo paraba en el camino. Cuando Cruz se montaba en el carro, ella regresaba a casa.
En una oportunidad Cruz y Antonia tomaron un carrito por puesto en Caicara para ir a Maturín. Se sentaron en el puesto trasero del vehículo pero a la salida del pueblo se subió una ´pasajera y Cruz quedó ubicado entre las dos damas. La mujer recién llegada conocía a Cruz Leonett García y recorrieron todo el trayecto hablando y riendo. Al llegar a Maturín Cruz observó que a su esposa le había dado un desmayo que hubo que trasladarla de emergencia al hospital Manuel Núñez Tovar. Como a las cuatro horas Antonia  volvió en sí y su esposo aprovechó para preguntarle qué le había pasado, qué sintió que la desmayó por tanto tiempo y ella con aquel despecho le indilgó: “ ¡No te has dado cuenta todavía que venías conversando con esa mujer!  A lo que Cruz le respondió: ¡ Así,  es la cosa,   celos! , Pues bien, en la próxima oportunidad te quito los celos a fuerza de palos, carajo!

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