LOS CELOS,
SENTIMIENTO MALO O BUENO
El celo constituye un sentimiento emocional natural en los seres
humanos. En esencia, podemos concebirlo, como la manifestación más oscura,
dañina e incómoda que pueda existir en
las relaciones humanas. En la mitología
griega o en la Biblia aparece como un mal de los hombres, sin embargo pareciere
que esta emoción puede encontrarse en el
comportamiento “social” de los animales en relación con sus amos, celándolo de
otro animal intruso que pretenda invadir su esfera de influencia. En este orden
de ideas me permito comentarles que mi hija Nancy tiene allá en Punta de Mata
dos perras, una blanca llamada Graciosa y la otra Micaela. Cuando voy a visitar
a mi primogénita, la Blanca está todo el tiempo a mi lado dándome cariño y
buscando que le preste más atención, pero cuando Micaela se acerca a mí
buscando también mis afectos la perra blanca se transforma en una fiera y se
traban en una pelea a muerte que amerita la intervención de los adultos de la
casa para que dejen de pelear. Así sucede con las personas. Los humanos temen perder sus pertenencias, sus
amigos, su pareja, el trabajo y la pérdida de ese vínculo o la sola idea de que
se encuentren amenazados provoca el sentimiento de celo y motiva al ser que lo sufre a defender lo que él o
ella cree que es suyo.
Muchos estudiosos de
esta emoción la ven como un comportamiento de inseguridad en la relación humana
porque una relación, argumentan, se construye bajo la confianza mutua, en la
crítica constante y en la conciencia de lo que se quiere alcanzar. La
inseguridad existe donde predomina las promesas no cumplidas, la carencia de
amor y la irresponsabilidad. Pero como el interés de este cuento es establecer
si este sentimiento es bueno o malo seguidamente narro el siguiente pasaje para
que Ud. Amigo lector, arribe a sus propias conclusiones:
Cruz Leonett García,
hermano de Francisca Leonett madre de Alejandro Leonett, fue un hombre alto, de
piel canela, fuerte, de bigote muy negro, sombrero de “pelo e guama” cualidades
éstas que aunadas a la gran simpatía de aquel ser humano que dominaba el escenario donde en franca
tertulia compartía con cualquiera de sus coterráneos, llegó a ser el objetivo
de las mujeres, quizás con intención o sin ella y sin que él se diera cuenta,
lo miraban con nostalgia y comentaban las bellas características con las cuales fue
dotado por la sabia naturaleza. Pero Cruz estaba casado con una tigra mariposa
llamada Antonia Leonett, hija de Papá Félix Leonett y Lucía Rivero quien no le
bastó procrear con él unos ocho hijos
sino que lo celaba hasta de su propia sombra.
Cuentan que aquel buen y ejemplar padre de familia salía a trabajar a las seis de la mañana y Antonia, pegada a las paredes de las casas lo seguía en silencio varias cuadras de la calle para ver si alguna mujer lo paraba en el camino. Cuando Cruz se montaba en el carro, ella regresaba a casa.
Cuentan que aquel buen y ejemplar padre de familia salía a trabajar a las seis de la mañana y Antonia, pegada a las paredes de las casas lo seguía en silencio varias cuadras de la calle para ver si alguna mujer lo paraba en el camino. Cuando Cruz se montaba en el carro, ella regresaba a casa.
En una oportunidad Cruz
y Antonia tomaron un carrito por puesto en Caicara para ir a Maturín. Se
sentaron en el puesto trasero del vehículo pero a la salida del pueblo se subió
una ´pasajera y Cruz quedó ubicado entre las dos damas. La mujer recién llegada
conocía a Cruz Leonett García y recorrieron todo el trayecto hablando y riendo.
Al llegar a Maturín Cruz observó que a su esposa le había dado un desmayo que
hubo que trasladarla de emergencia al hospital Manuel Núñez Tovar. Como a las
cuatro horas Antonia volvió en sí y su esposo aprovechó para preguntarle qué
le había pasado, qué sintió que la desmayó por tanto tiempo y ella con aquel
despecho le indilgó: “ ¡No te has dado cuenta todavía que venías conversando con
esa mujer! A lo que Cruz le respondió: ¡
Así, es la cosa, celos! , Pues bien, en la próxima
oportunidad te quito los celos a fuerza de palos, carajo!
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