Una sifrinita, de color
blanco, cabello amarillo y largo, cuerpecito estilizado que llamaba la atención
de jóvenes y adultos, de unas dieciséis primaveras estudiaba en el Liceo Andrés Bello, ubicado en la Avenida México de la bella
Caracas, llamada por los poetas La sultana del Avila.
Eran los años de la cuarta República cuando las fuerzas represivas controlaban el orden público bajo la orden de “disparar primero y averiguar después”. Eran cotidianas las protestas estudiantiles alegando cualquier pretexto: “por la libertad de los presos políticos”, “Por el cupo estudiantil”, etc. Lo cierto es que un día se formó tremenda trifulca en el liceo y aparecieron las fuerzas represivas que sin contemplación alguna arremetieron con peinillas, rolos eléctricos, culatazos y cuanto podían tener a la mano contra los estudiantes Los gritos de “sálvense quien pueda”, “corran, corran carajos”, y los llantos de las adolescentes se confundían con los gritos de los policías y otras fuerzas del orden público que a todo pulmón gritaban: “Párense hijos de … para que reciban lo que se merecen “,
Eran los años de la cuarta República cuando las fuerzas represivas controlaban el orden público bajo la orden de “disparar primero y averiguar después”. Eran cotidianas las protestas estudiantiles alegando cualquier pretexto: “por la libertad de los presos políticos”, “Por el cupo estudiantil”, etc. Lo cierto es que un día se formó tremenda trifulca en el liceo y aparecieron las fuerzas represivas que sin contemplación alguna arremetieron con peinillas, rolos eléctricos, culatazos y cuanto podían tener a la mano contra los estudiantes Los gritos de “sálvense quien pueda”, “corran, corran carajos”, y los llantos de las adolescentes se confundían con los gritos de los policías y otras fuerzas del orden público que a todo pulmón gritaban: “Párense hijos de … para que reciban lo que se merecen “,
La sifrinita corría por
todos lados como gallina perseguida por
zorro, buscando una salida para emprender la huida. Un negro alto, con un rolo
eléctrico, similar, por sus efectos, a la garrocha eléctrica que utilizan para
organizar el ganado en los corrales, la perseguía y ella con los ojos como ”vendedor
de prenda” lo esquivaba hasta que el negro logró “ pincharla” por la despalda
exactamente a la altura del brazo izquierdo. A consecuencia del corrientazo la
joven fue lanzada al piso y se escuchó un lamento que se escuchó en el centro
de la ciudad, parte de la Pastora, La Candelaria, Barrio Marín y se esfumó
hacia Catia, pero al mismo tiempo se levantó en carrera perseguida por el negro
que pretendía nuevamente darle su merecido.
Cuentan los que vieron la escena que la sifrina corría velozmente hacia la avenida Urdaneta gritando: ¡Quítenme ese negro, quítenme ese negro, por favor quítenme ese negro!. Terminada la huida y restablecida la normal respiración, la joven sentada en una acera, dijo para sí: “ ¡EL ROLO CASI ME MATA, PERO LO AGUANTÉ,…..SOY UNA MUJER !
Cuentan los que vieron la escena que la sifrina corría velozmente hacia la avenida Urdaneta gritando: ¡Quítenme ese negro, quítenme ese negro, por favor quítenme ese negro!. Terminada la huida y restablecida la normal respiración, la joven sentada en una acera, dijo para sí: “ ¡EL ROLO CASI ME MATA, PERO LO AGUANTÉ,…..SOY UNA MUJER !