La tierra es agradecida con los seres humanos que la trabaja,
la fecunda, cuida y protege. La humanidad de todas las épocas debe su existencia,
crecimiento y desarrollo, principalmente, al trabajo de la tierra. Un grano que
germina en tierra fértil produce muchos de su misma especie que juntos a otros
satisfacen las necesidades de los seres humanos y de los animales. Ahí está la
grandeza de la naturaleza. Ahí la conciencia y el deber de protegerla, cuidarla
y fortalecerla.
Manuel nació en un hogar
campesino, hijo de padres,
hermanos, abuelos, tíos y parientes campesinos. Hijo de un pueblo de
agricultores y criadores de ganado, por lo que su carga de comportamiento hacia
el trabajo no podría ser distinto al de su procedencia. Además, a Manuel le
gusta, le agrada y goza la actividad de
sembrador.
La naturaleza le dotó de un instrumento hábil y capaz, desde muy temprana
edad, sin conocimiento previo sino practicando el método de ensayo y error se
adentró en el proceso de la siembra.
Hoy, cuando su sol recorre el camino del ocaso y es tiempo
para la meditación y las reflexiones, Manuel se siente satisfecho de los
resultados de su proceso productivo: Cinco hijos que le han proporcionado nueve
nietos (quizás 10 porque viene en
camino) y éstos, cinco biznietos (quizás 6, porque uno de acuerdo al código
civil jurídicamente ya es persona) que con
su esfuerzo de hombres y mujeres honestos, trabajadores y amantes de la paz
contribuirán al engrandecimiento de la patria venezolana.
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