viernes, 3 de octubre de 2014

ALDAZONI



                                                              
                                                           
Aldazoni  fue un funcionario del Ministerio de Hacienda en Maturín. Allí se desempeñaba en el Departamento de Impuesto Sobre La Renta. Dicen, quienes lo conocieron, que fue un servidor público eficiente y capaz en el desempeño de sus funciones. Pero, ( Siempre el maldito “ pero”  que nunca deja incólume la conducta de ningún cristiano), el hombre tenía como hobbie, empinar fuertemente el  codo el viernes en la noche, sábado y domingo. Costumbre ésta que se extendió a los otros días de la semana con el pretexto de “sacarse el ratón”.
Un día cualquiera apareció en el pueblo de Caicara de Maturín, acompañado de un leal, disciplinado y vigilante perro, que siempre estaba a su lado. En poco tiempo,  los caicareños y caicareñas conocieron la existencia de este personaje. El hombre se relacionó mucho con la población, estrechó amistades y quien lo solicitaba para que le resolviera un problema de contabilidad o de impuesto sobre la renta, le prestaba el servicio de inmediato.
¡Aldazoni tengo la contabilidad del mes atrasada, me puedes echar una mano, hermano¡-le decía un comerciante .-
“ ¡Sí, hermano, estoy a su orden, cuándo empezamos?- respondía él amablemente e inmediatamente se disponía a trabajar. Resuelto el problema el cliente le preguntaba:
¡Cuánto te debo, hermano?
Y él le respondía: “! Barato, hermano, deme algo para los palos y  la comida para mí y el perro ¡
Lo cierto fue que aquellos dos seres pasaron el hambre hereje, como dice el pueblo. Uno consumiendo más  aguardiente que alimentos; y el otro, sentadito como un soldado delante de su amo esperando que éste se acordara que  tenía hambre
.Cuando el can observaba que Aldazoni se hacía el indiferente, lanzaba un gemido imperceptible con la finalidad de recordarle que tenía mucha hambre. Pero las energías vitales se agotan y hay que renovarlas; si no, viene  la hecatombe.
En una oportunidad, el hombre bebió  de manera continua varios días. El hambre y el agotamiento atacaron severamente al pobre perro. Sentadito frente a su amo, con la mirada fija viendo como su compañero se perdía en las negras consecuencias del licor, el pobre perro fue presa de grandes convulsiones que le ocasionaron la muerte.
Sin perro, sin pareja y sin nadie que lo acompañara en su desgraciada vida, Aldazoni quiso buscar otro perrito, pero, como si todos se hubieren puesto de acuerdo, ninguno aceptó quedarse con él. Lo dejaron solo, como diciéndole: ¡Amor con hambre no dura, a otro perro con ese hueso ¡

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