jueves, 23 de octubre de 2014

LA DOMÉSTICA



                                                            LA  DOMESTICA
                                                       
Una joven maestra de escuela, con cinco hijas, necesita de los servicios de una doméstica porque la que tenía renunció para dedicarse a su hogar. Habla con su  madre por teléfono planteándole el problema y agradeciéndole, que por favor le consiga una por allá en Maturín, pero que sea una mujer adulta porque las jóvenes eran irresponsables y se dedicaban a levantar novios, sin medir las consecuencias.
Doña Paula diligentemente se encargó de buscar la doméstica que necesitaba su hija. Encontró una señora de unos sesenta años que estuvo de acuerdo en trabajar como doméstica en Caracas con el  sueldo mensual propuesto. Ambas se montaron en un bus, el sábado en la noche, vía Caracas. A las seis de la mañana Doña Paula, con su vieja acompañante, tocaba el timbre del apartamento de su hija Ana, ubicado en la esquina de San Ramón- Avenida Fuerzas Armadas- Caracas.
A las ocho de la mañana Ana hizo el desayuno y lo sirvió. Recogió los platos y utensilios utilizados y los lavó. Mientras tanto, la vieja doméstica ya desayunada, veía televisión. Comenzó a preparar el almuerzo y a las doce y media todos se arrimaron a la mesa y comieron, incluso la vieja doméstica, quien luego de esta comelona, volvió a sentarse al frente del televisor con una cara de gozo y de carcajadas viendo  la cinta del coyote tratando de atrapar al corre caminos que en ese momento pasaban .
Ana, con la cantidad de platos y utensilios sucios en  lavaplatos y viendo que la doméstica estaba exhorta disfrutando la película animada sin percatarse de su trabajo, se le acercó y le murmuró:
¡Señora, por favor, le agradezco vaya a lavar los platos que se utilizamos en el almuerzo!
Y la vieja doméstica fúrica y con los ojos desorbitados, le contestó:
“¡Mire, muchachita, Ud me respeta, cómo es eso de atreverse a darme orden a mí que estoy descansando sentadita viendo la televisión…qué es eso, yo puedo ser su abuela. Más respeto conmigo niña,  no vé UD que está tratando con una mujer  mayor en años que Ud y que debe guardar la distancia ¡”
Ana, le contestó: “ Esta bién, señora” y lavó los platos .En la tarde hizo la cena  y la sirvió.
El día lunes, a las cinco de la mañana, a la hora de salir para la escuela a trabajar, habló con la vieja doméstica y le impartió las siguientes instrucciones:
“Haga arepas, allí en la nevera hay queso, jamón, leche, huevos y comen, tanto Ud como las cuatro niñas mayores, cuando la bebe se levante le hace y le dá el tetero, y por último escoja bien y lave estas caraotas y me las pone a remojar que yo las hago para el almuerzo.”
Cuando Ana regresó a las doce de la escuela, le preguntó a la vieja doméstica si había cumplido las instrucciones que le había dado en la mañana y recibió por respuesta:
“Mira mija, esas muchachas tuyas ya son unas mujeres que bien pueden ellas mismas hacerse sus arepas y comer lo que quieran. Yo me hice dos buenas arepas, las rellené con jamón y queso, y con café con leche me dí mi tremendo desayuno. La que se fue levantando fue a la cocina y se preparó su comida. La bebe se levantó llorando le dí arepa con queso pa” que vaya aprendiendo a comer, muchacho debe comer frijol, caraota, pescao salado, chícharo, cosas así, ¡qué es eso de tetero, así me criaron a mí y así crié yo a mis hijos ¡”
La mayor de las hijas de Ana, de unos catorce años, la llamó aparte y le dijo llena de miedo:
“Mamá, esa vieja es loca, cuando la bebe lloraba ella le gritaba que se callara porque si no la iba a lanzar por la ventana.”
En la noche salió doña Paula, acompañada con su vieja doméstica, de regreso para Maturín.

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