LA DOMESTICA
Una joven maestra de escuela, con cinco hijas, necesita de
los servicios de una doméstica porque la que tenía renunció para dedicarse a su
hogar. Habla con su madre por teléfono
planteándole el problema y agradeciéndole, que por favor le consiga una por
allá en Maturín, pero que sea una mujer adulta porque las jóvenes eran
irresponsables y se dedicaban a levantar novios, sin medir las consecuencias.
Doña Paula diligentemente se encargó de buscar la doméstica que
necesitaba su hija. Encontró una señora de unos sesenta años que estuvo de
acuerdo en trabajar como doméstica en Caracas con el sueldo mensual propuesto. Ambas se montaron
en un bus, el sábado en la noche, vía Caracas. A las seis de la mañana Doña
Paula, con su vieja acompañante, tocaba el timbre del apartamento de su hija
Ana, ubicado en la esquina de San Ramón- Avenida Fuerzas Armadas- Caracas.
A las ocho de la mañana Ana hizo el desayuno y lo sirvió.
Recogió los platos y utensilios utilizados y los lavó. Mientras tanto, la vieja
doméstica ya desayunada, veía televisión. Comenzó a preparar el almuerzo y a
las doce y media todos se arrimaron a la mesa y comieron, incluso la vieja
doméstica, quien luego de esta comelona, volvió a sentarse al frente del
televisor con una cara de gozo y de carcajadas viendo la cinta del coyote tratando de atrapar al
corre caminos que en ese momento pasaban .
Ana, con la cantidad de platos y utensilios sucios en lavaplatos y viendo que la doméstica estaba exhorta
disfrutando la película animada sin percatarse de su trabajo, se le acercó y le
murmuró:
¡Señora, por favor, le agradezco vaya a lavar los platos que
se utilizamos en el almuerzo!
Y la vieja doméstica fúrica y con los ojos desorbitados, le
contestó:
“¡Mire, muchachita, Ud me respeta, cómo es eso de atreverse a
darme orden a mí que estoy descansando sentadita viendo la televisión…qué es
eso, yo puedo ser su abuela. Más respeto conmigo niña, no vé UD que está tratando con una mujer mayor en años que Ud y que debe guardar la
distancia ¡”
Ana, le contestó: “ Esta bién, señora” y lavó los platos .En
la tarde hizo la cena y la sirvió.
El día lunes, a las cinco de la mañana, a la hora de salir para
la escuela a trabajar, habló con la vieja doméstica y le impartió las
siguientes instrucciones:
“Haga arepas, allí en la nevera hay queso, jamón, leche,
huevos y comen, tanto Ud como las cuatro niñas mayores, cuando la bebe se
levante le hace y le dá el tetero, y por último escoja bien y lave estas
caraotas y me las pone a remojar que yo las hago para el almuerzo.”
Cuando Ana regresó a las doce de la escuela, le preguntó a la
vieja doméstica si había cumplido las instrucciones que le había dado en la
mañana y recibió por respuesta:
“Mira mija, esas muchachas tuyas ya son unas mujeres que bien
pueden ellas mismas hacerse sus arepas y comer lo que quieran. Yo me hice dos
buenas arepas, las rellené con jamón y queso, y con café con leche me dí mi
tremendo desayuno. La que se fue levantando fue a la cocina y se preparó su
comida. La bebe se levantó llorando le dí arepa con queso pa” que vaya
aprendiendo a comer, muchacho debe comer frijol, caraota, pescao salado,
chícharo, cosas así, ¡qué es eso de tetero, así me criaron a mí y así crié yo a
mis hijos ¡”
La mayor de las hijas de Ana, de unos catorce años, la llamó
aparte y le dijo llena de miedo:
“Mamá, esa vieja es loca, cuando la bebe lloraba ella le
gritaba que se callara porque si no la iba a lanzar por la ventana.”
En la noche salió doña Paula, acompañada con su vieja
doméstica, de regreso para Maturín.
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