lunes, 22 de septiembre de 2014

LA HOSCA DAMA VENDEDORA DE ZAPATOS




                                                  Por Félix Leonett Canales
¿Mi amor,  qué hago con estas sandalias que conseguí revisando estas cosas viejas? –interrogó el esposo.
¡Déjame verla, cariño. ¡ 0h, si están nuevecitas, sin uso ¡-exclamó la dama otoñal, que en lucha frontal con  los males que aquejan a los que pisan el terreno de la tercera edad, se mantiene activa, jovial y con cuerpo de carajita. Y el día siguiente para ir al trabajo se vistió de pantalón blanco, cota blanca, se calzó sus sandalias y se terció una cartera pequeña que hacia un perfecto juego con las prendas de vestir antes señaladas.
La dama tomó el Metro, al llegar a Chacao dejó la estación y se dirigió al trabajo. Al andar observó que una suela de las sandalias se está despegando. Tomó la decisión de comprar unos zapatos nuevos y se dirigió a la zapatería más cercana. Al llegar observa que la misma está cerrada y la suela de la sandalia está completamente despegada. Se dirige a otra zapatería ubicada hacia el norte de la avenida Francisco de Miranda,  a cuadra y media, a comprar urgentemente los zapatos. Pero cuando llega está cerrada y  uno de comerciantes le informó que la zapatería abría a las diez de la mañana. Toma el camino de regreso a la anterior zapatería y en el trayecto observa con estupor que la otra suela de la sandalia se estaba despegando de manera acelerada. Llega a la venta de zapatos y está cerrada. No ha llegado la que regenta el negocio.
La dama otoñal no le queda más opción que esperar  a la vendedora. Se acerca a la entrada del negocio y al poner el pie en  el quicio la suela de la sandalia se desprendió por completo, allí la dejó. Minutos después llegó la vendedora y ella le preguntó cuándo abría la zapatería porque necesitaba comprar unos zapatos y la vendedora con cara de brava, ojos saltones, voz estridente y con una conducta ajena a la zalamera de los buenos comerciantes, le replicó:  ¡ Señora, tendrá que esperar porque voy a limpiar esa mierda que la gente inculta, sucia e irresponsable dejó en la puerta de la zapatería!
La dama otoñal, ante la conducta de la vendedora, no abrió la boca para no descubrirse de ser la autora de aquella “Caca”. Al poco rato regresó la vendedora con una enorme arepa rellena con jamón y  queso. Así como un litro de jugo. Después que desayunó se apareció con un tobo con agua y detergentes, una escoba y un mope y comenzó a echarle agua a la “caca”. Allí es donde se percató que lo que ella creía estiércol humano era simplemente la suela de una sandalia. Pero de todas maneras lavó la acera.
Abrió la tienda y la dama otoñal le dijo: ¡ Mija, búscame unos zapatos treinta y seis que conbine con la ropa que llevo puesta y con la cartera!
-¡Perdone señora, pero Ud. no es talla treinta y seis!- Le grita, con los ojos desorbitados la vendedora.
¡ Doña, mi talla es treinta y seis!- le reitera la dama otoñal.
¡Ud, no es talla treinta y seís. Yo tengo veinte años en esta zapatería y por lo tanto tengo vasto conocimiento de las diferentes tallas. Y Ud. no es talla treinta y seis, escuchó ¡
La dama otoñal mentalmente se dijo: ¡Cálmate genio mío No puedo pelear con esta vieja vendedora que me tiene la piedra a fuera. Necesito calmarme. Me objetivo es comprarme un par de zapatos ¡. Y dirigiéndose nuevamente  a la vendedora, cariñosamente le dijo:
¡Cielito búscame unos zapatos que me queden bien  y combinen con  la ropa y la cartera!
La vendedora le trajo unos zapatos blancos con “la trompa” negra, talla treinta y seis que al probárselos le sobraba como cuatros dedos de zapatos en la parte del talón.
¡Te fijas que no eres treinta y seis, tengo yo o nó la razón?- Le gritó nuevamente la vendedora.
¡Sí amiguita, tiene Ud. toda la razón, pero búsqueme unas sandalias que me queden bien!
Fue entonces cuando la vendedora le trajo unas sandalias que le quedaron bien y la dama otoñal resolvió el problema y cumplió con el trabajo en su oficina.

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